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domingo, 15 de agosto de 2010

Crisis Subprime y el Factor Ético


Los especialistas en análisis económico siempre se han expresado básicamente en dos cuestiones. La primera consistente en analizar las causas que derivaron en la situación económica y financiera actual; y la segunda, en hacer predicciones en base a algunos supuestos sobre cuál será el desempeño de la economía en el futuro. Al ver tantos números, tablas y gráficos, en las explicaciones de estos analistas; muchas veces llegamos a creer que existen fórmulas aplicables que correlacionan directamente las variables con los efectos que estas producen. Por ejemplo, es común escuchar que a través de incentivos fiscales aplicadas por el gobierno se puede estimular el crecimiento económico y, sin embargo, no se tienen en cuentan factores culturales, educacionales que pueden estar impidiendo ese desarrollo. No hay que olvidar que la economía es una ciencia social, no exacta, y como tal está sujeta a un análisis mucho más profundo y complejo, incluyendo aspectos sociológicos, culturales e históricos de los individuos que interactúan en ese medio.
Mucho se ha hablado ya de las posibles causas que llevaron a la última crisis financiera desatada en Estados Unidos, y que luego se propagó alrededor del globo con efectos devastadores, afectando fuertemente el mercado laboral. Aún hoy esta situación no se ha podido revertir y el futuro cercano presenta expectativas poco promisorias. Entre las causas analizadas, se mencionó la falta de regulación de los mercados financieros, el papel de las compañías calificadoras de riesgo, el comportamiento de algunas corporaciones que rozaban con lo ilícito y hasta del nivel de endeudamiento de las familias. Cada una de estas tesis tienen un alto grado de asertividad y existen grandes fundamentos que las sostienen. Pero además existe otro factor que estas tienen en común y que es interesante observar.
La "codicia" o ambición sin límites, la "impaciencia", representada en una tendencia a obtener resultados en lo inmediato, y la "cultura del menor esfuerzo" fueron factores críticos que estuvieron presentes y fueron causales de la crisis de mayor importancia en los últimos tiempos. ¡Invierta en la bolsa y duplique su capital en tres semanas! ¡Genere dinero sin trabajar desde su casa! ¡Haga que el dinero trabaje por usted! Son frases comunes en publicidades y libros que representan el reflejo de una generación abocada a buscar grandes resultados con el menor esfuerzo posible y en el más breve de los plazos. En todo este circo especulativo alguien tuvo que pagar los platos rotos. Mucha gente abocada a generar grandes resultados e inversores pendientes de maximizar sus utilidades inflaron una burbuja tan grande que al reventar nos salpicó a todos.
No hay que ser un genio para deducir que la ganancia sin un esfuerzo que lo acompañe tiene sus consecuencias, el problema es que la mayoría de las veces no las paga quien correspondiese. El buen desempeño financiero de la economía debe ir acompañado de un crecimiento de la economía real, sino todo se transforma en un juego de especulaciones. Con una pequeña dosis de sentido común es suficiente para entender que ganar dinero sin hacer nada o generar artilugios para la obtención de flujos utilizando activos inexistentes tiene sus repercusiones.
La rentabilidad justifica los medios. Vivimos en el siglo de las corporaciones, en el cual muchas de ellas tienen una importancia tan colosal que sobrepasa a la de muchos países. Se han convertido en factores de poder con influencia en casi todos los ámbitos y en esta carrera nadie quiere quedarse atrás. La cuestión que se plantea es cuán grande pueden llegar a ser las corporaciones y si no sería perjudicial que el poder esté tan concentrado. Esto se pudo palpar cuándo los grandes bancos americanos empezaron a caer provocado un efecto avasallador sobre toda la economía. Los resultados a corto plazo han sido, sin lugar a dudas, las estrellas con una influencia palpable en la dirección de las corporaciones y funcionaron como incentivo de los nuevos empresarios profesionales. Los CEOs de las empresas afectadas por la crisis financiera, formados en las mejores casas de estudios del mundo, sabían que estaban tomando grandes riesgos, pero eso les estaba dando muy buenos resultados en lo inmediato. Con todo, sabían que la utilización de instrumentos financieros tan complicados con fines meramente especulativos, vinculados a activos basura, no iba a durar mucho más. Todos sabían que esa burbuja iba a explotar pero prefirieron esperar hasta última instancia, la codicia y la impaciencia pudieron más. La pregunta surge sola: ¿De qué sirvieron los métodos de análisis financieros con desarrollados modelos si se deja de lado el sentido común y se olvidan de actuar de acuerdo a los principios? La respuesta es instintiva y los resultados están a la vista.
La rentabilidad como medio, no un fin en sí misma. No obstante, hubo otros líderes que prefirieron tener rendimientos menores y que se dedicaron a diseñar el futuro de su negocio en un horizonte mucho mayor. Con una visión más estratégica, tuvieron en cuenta el interés de sus accionistas pero también el de sus empleados, de sus clientes, de sus proveedores, del medioambiente y no se dejaron arrastrar por esa voracidad reinante que provocó un daño enorme a la sociedad. Con mucho aplomo supieron decir que no, se mantuvieron firmes en sus convicciones y principios, sobrellevando una situación para nada fácil. El tiempo supo confirmar que el comportamiento responsable de estos líderes salvó a sus empresas. No necesitaron de una ley que les dijera qué podían hacer y que no, bastó con un poco de sentido común y actuar como persona honrada comprometida con la sociedad y con el futuro. Este es el futuro que nos espera, con la rentabilidad como un factor necesario para mantener la viabilidad de los negocios pero con un fin mucho más amplio e integrador.
El factor ético. La regulación de los mercados financieros debe darse y está abierta la discusión sobre cuál será la medida justa en que se lleve a cabo. Debe realizarse, sin embargo, teniendo presente que la actividad financiera debe apoyar el desarrollo económico y no ser una industria en sí misma. Paralelamente, el gran cambio está en los protagonistas del sistema económico mundial: las personas. Su comportamiento debe ser responsable y consciente de que sus decisiones afectan a muchas otras personas. No debemos seguir siendo hijos del rigor y esperar a que se sancionen leyes que nos limiten a actuar de tal o cual manera, o que se reglamenten las acciones punitivas para que actuemos como corresponde, como el conductor que ante la ausencia de controles cruza el semáforo en rojo. La libertad sin responsabilidad no funciona. Además, nuestra responsabilidad va más allá y no solamente se limitan en hacer lo correcto sino en hacer que otros lo hagan también o en castigar a quien actúa perjudicando a la sociedad entera. Sólo así se puede lograr un gran cambio y todos somos parte de esto.
Como consecuencia de la crisis, universidades como Harvard están planteando en sus programas la inclusión de fuertes contenidos de responsabilidad social y ética empresarial. En Latinoamérica, la educación debe ser fuerte en valores y por sobre todo se debe trabajar en la formación del carácter de nuestros futuros líderes. Se deberá incentivar la creación de empresas que sean rentables apostando a la innovación y la creación de valor, que generen crecimiento económico, pero que también sean responsables con la sociedad y con el ambiente. Las escuelas de negocios tienen el gran desafío de formar a los líderes del futuro y deben aprender de esta lección. Formar profesionales competentes e íntegros, comprometidos con los accionistas y también con la sociedad, será su mayor aporte, desarrollando programas propios acorde a las realidades de este continente, no dejándose imponer los programas y creando un profundo sentido de ética profesional y la cultura del esfuerzo. Sólo así lograremos crecimiento sostenido en el tiempo y evitaremos que una crisis semejante golpee nuestra región también. Demás está decirlo que esperamos que esto sea aplicado no sólo en el ámbito de los negocios sino en todas las esferas de la sociedad.

viernes, 30 de julio de 2010

Regionalización, un proceso inevitable pero también impredecible


A lo largo de la historia de la humanidad distintas formas de organización social han permitido el desarrollo y avance de las civilizaciones. Las tribus, las aldeas, las ciudades, los imperios y los Estados-nación permitieron, cada uno en su momento histórico, la formación de las características básicas que identificaron a cada uno de ellos; generando, asimismo, sus culturas con fundaciones tan fuertes y básicas como el idioma, las tradiciones, las artes, los deportes y, por qué no, las maneras de hacer negocios.
Desde la creación de los Estados, como organización social soberana, sus economías entraron en una carrera de crecimiento en busca del dominio y el poder de influencia sobre otras naciones. En un mundo mucho más grande e inexplorado que el que hoy conocemos, en términos de distancias y disponibilidad de información, se presentaba un escenario con jugadores totalmente dispares. Los recursos naturales y la población comenzaron siendo los factores de poder, luego vino el desarrollo de la industria, la participación en el mercado internacional y más tarde aparecieron otros factores tales como el nivel de educación de la población, la tecnología disponible (incluyendo armamento) y el acceso a la información, los que pasaron a ser factores críticos-determinantes en términos de geopolítica.
La globalización, como proceso internacional de integración, trajo consigo nuevas maneras de agruparse, nuevas formas de comunicarse y esto permitió que las barreras que se presentaban anteriormente virtualmente desaparezcan. El comercio internacional llegó a lugares antes impensados y éste comenzó a llevarse a cabo de manera eficiente a un ritmo imparable. La tecnología representó el motor en este proceso e influyó permanentemente en el comportamiento y la cultura de los pueblos. En menos de un siglo pasamos de vender carnes tratadas con sal (ante la inexistencia de barcos frigoríficos) a concretar transacciones con agentes al otro lado del mundo a través de internet.
Los países más pequeños tuvieron que negociar con los grandes con la balanza inclinada en su contra durante un largo período de tiempo, y la integración o conformación de bloques regionales apareció con la intención de solucionar este desequilibrio estructural. La integración no se realizó de manera uniforme en todas las regiones del mundo e inicialmente cada bloque se caracterizó de acuerdo a las mediciones de los organismos internacionales de acuerdo a su mayor o menor apertura comercial.
La Unión Europea es el grupo económico más avanzado y nació como consecuencia de políticas estatales tendientes a crear la integración continental, en temas económicos y políticos, extendiéndose posteriormente en otros ámbitos de actuación. Se ha convertido en un jugador importante de la escena mundial en temas económicos, políticos, ambientales, entre otros. Sin embargo, la crisis económica griega seguida por la de otros países europeos sacó a la luz las diferencias estructurales, existentes entre los países que la conforman, que representan un abanico que van desde asuntos de política económica hasta temas culturales, de creencias y tradiciones. Aún hoy, luego de casi dos décadas de su nacimiento no existe una identidad europea y creo que nadie se atrevería decir que Alemania es lo mismo que Grecia o que España lo mismo que Francia. La recesión, la falta de empleo y oportunidades, son cuestiones que tuvieron una relación directa con el creciente nivel de discriminación hacia los inmigrantes, incluso los provenientes de otros países europeos. La eficiencia de estos procesos de integración está ahora en duda y los bloques existentes en otras regiones deben aprender de la experiencia europea.
Por otro lado, América latina tampoco estuvo ajena a estos procesos de integración. El Mercado Común del Sur (MERCOSUR) está entre uno de los más trascendentes del mundo, junto con Comunidad Andina de Naciones (CAN). El continente caracterizado por su riqueza natural pertenece a las regiones menos desarrolladas del globo con los índices de desigualdad más altos y con una pobreza que alcanza a un gran porcentaje de su población. Sus democracias frágiles, la corrupción estructural y la falta de políticos con visión de futuro, impidieron el desarrollo de estos grupos regionales al ritmo en que se produjeron en otros lugares, como en Asia. En los últimos años, las predicciones para estos grupos no eran optimistas y según muchas estimaciones los bloques regionales de América Latina estaban condenados al fracaso.
Sin embargo, Latinoamérica se presenta hoy como un participante que jugará un rol importante en la economía de este siglo que recién comienza. Tiene una ventaja que tal vez no la tuvieron otras regiones y es el nivel de homogeneidad cultural existente. En ninguna otra región hay tantos países que compartan un idioma en común, que compartan tantas tradiciones o costumbres y que se sientan tan identificados con la región. Inclusive ha tenido un efecto expansivo y hasta inclusive hoy se habla de la latinización de los Estados Unidos por la creciente influencia de los latinos en ese país.
La oportunidad que se presenta para las empresas a nivel mundial para hacer negocios en esta región no es para nada despreciable y los gobiernos deben dar cuenta de eso. Deben acordarse las políticas de desarrollo estratégico e integración no solo en el marco legal, impositivo y de migraciones, sino fundamentalmente en el cultural y de educación. Las universidades jugarán un rol fundamental a la hora de coordinar contenidos y generar los estándares educativos que nos hagan competitivos. Lograr la identidad latina en los habitantes del continente constituirá un factor de valoración inconmensurable para los países y también para las multinacionales que quieran establecer sus operaciones en una región con recursos naturales considerables.
Como puede fácilmente deducirse, no todo es tan previsible. Ni Europa tuvo el éxito que se preveía ni Latinoamérica será el fracaso que muchos vaticinaban. Nada está escrito y todo está por escribirse. Dependerá de nosotros aprovechar esta situación coyuntural para el crecimiento y la integración de la región a este mundo globalizado.